Miente, miente que algo queda…

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Se puede decir que esa recordada frase atribuida a Joseph Goebbels está tan vigente como en aquellos años en que la propaganda nazi invadía la prensa y los murales de la época.

Cuando comencé en ECOM, hace cinco años, la principal tarea a mi cargo era ocuparme de un caso de crisis. Recuerdo los titulares en la prensa y las informaciones que corrían en las redes sociales sobre el caso. Eran terribles, casi como que la planta nuclear de Chernobyl abría una sucursal en Paraguay. Estuve a punto de decir que no, porque las cosas difundidas sobre el tema iban en contra de mis principios, y cuando lo comenté con mi familia, me dijeron que debía ver lo que ocurría y sacar mis conclusiones, después de todo podía rechazar la oferta.

Cuando fui y me encontré con un escenario tan diferente al presentado por los medios de comunicación y por los grupos que exigían el cierre de la empresa, motivados por sus propios intereses, comprendí realmente la envergadura de aquella frase y también la importancia de trabajar la comunicación estratégica desde el primer momento y no esperar, como casi siempre ocurre, hasta cuando ya no queda más que gestionar la crisis.

Por alguna razón la mentira y la desinformación tienen un poder de expansión gigante, y con la irrupción de las redes sociales, las marcas, empresas, organizaciones y los gremios están más expuestos que nunca, por lo que no se puede ya desconocer la necesidad de construir y mantener la reputación mediante una estrategia de comunicación que les permitan conectar con sus diferentes públicos de interés, a través de una conversación genuina, respetuosa y responsable.

En estos cinco años en ECOM siempre pienso en los tantos colaboradores que conocí en aquella fábrica en cuestión. En sus rostros se percibía la emoción de formar parte de una empresa que les traía esperanza de desarrollo para sus familias y su comunidad, pero a veces también estaban asustados y preocupados porque recibían amenazas y hasta eran atacados por los que se oponían a su funcionamiento.

Recuerdo sus testimonios, muchos de ellos accedían por primera vez a un empleo formal y no, no eran sólo jóvenes ante su primera experiencia, sino también adultos que por primera vez laboraban en un espacio en el que atendían ante todo su dignidad como persona y les ofrecía beneficios laborales que hasta ahora muy pocas otorgan. Estaban orgullosos de pertenecer a una empresa, instalada en su ciudad, que contaba con políticas de desarrollo sostenible importadas del primer mundo y cuyo efecto multiplicador se expandía a toda la comunidad.

Las mentiras y la desinformación causan daños terribles, a veces irreparables, y no siempre afectan solamente a la organización, también se trasladan a sus directivos y hasta a los colaboradores, truncan carreras y oportunidades, convierten las inversiones en gastos onerosos y muchas veces sin posibilidad de retorno.

Pero eso difícilmente ocurre cuando la reputación de una organización y su comunicación son gestionadas de manera eficiente y estratégica, con un enfoque en la prevención de crisis. Y aun cuando estallan casos críticos, la comunicación bien gestionada garantiza un impacto mínimo, ya que está munida de la estructura necesaria para responder a la situación con celeridad y eficacia.

Sobre el autor:

Celia Mendoza